“Soy natural de Pájara y vivo en Pájara, soy majorera: nacida y criada aquí”. María Hernández es pura esencia de Fuerteventura, de sus tradiciones y de la artesanía canaria. En concreto, de la cestería canaria, que ella ha sabido actualizar al momento actual. María aprendió el oficio en su familia, ha mantenido el conocimiento y la técnica de un trabajo que es puro arte y se ha erigido, siempre con buen ánimo y un espíritu luminoso, como una firme defensora de la tradición. Eso sí, “adaptada a hoy”; porque parte de su secreto es aplicar ese saber hacer a los deseos de la clientela contemporánea. Sigue siendo una eficiente productora de artículos de siempre con la palma como centro, y también es una creadora muy capaz de encontrar nuevas aplicaciones en la suerte que tan bien domina.
Antes lo más duro normalmente lo hacía mi padre. Yo me dedicaba a sombreros, bolsos, que ya empezaban a pedirlOS... yo fui tirando más por innovar, manteniendo siempre las técnicas, eso sí.
Bueno, se vendían y nos pedían. La verdad es que al principio no había tiendas para vender como tenemos hoy, que está la red de los museos, y ese tipo de cosas. Con el paso del tiempo y con el turismo, y con nuevas tiendas, hemos ido haciendo otro tipo de productos. Con el turismo ha sido cuando los artesanos empezamos a tener más lugares para exponer nuestros productos.
Claro. Y mi padre siempre hacía alguna cosilla diferente, también le gustaba innovar. Por supuesto, estaba con cosas como los serones para ponerle al burro para poder transportar cosas. Hacía lo que la gente demandaba. Y yo en realidad, también sigo haciendo lo que la gente demanda. No puedo hacer sólo esteras. Él sí que hizo cosillas diferentes y bonitas. Ahora, con 92 años, ya no trabaja, aunque estuvo haciéndolo hasta hace dos o tres años. Y siempre está atento cuando tiendo la palma, para que no se pase.
El trabajo de la palma es muchísimo: cortar, deshojar, secar, darle vuelta. Son muchísimas horas. Hay que cortar los ramones, quitarle los picos, tenderla al sol, que es una semana. Deshojarla con la fresca, en la mañana. Un día se secan los tronquitos, y luego al día siguiente se colocan las hojas del mismo ancho, quitándole las orillas. Y cuando tienes los metros suficientes empiezas a coser. Normalmente, lo tradicional lleva mucho tiempo.
Con todo tipo de hoja de palmera, sobre todo palmera canaria.
La palma dura. Un ejemplo: una sombrera que le hice a mi madre tiene ya treinta años. Si no la tienes todo al día al sol o en agua, te dura años. Una petaca, que es una mochila para ir a pescar, dura años. Lo primero que se hace con ella es mojarla en agua de mar, eso sí. Y luego la tienes para un montón de tiempo. ¿El mantenimiento? Con evitarle excesos de agua y sol, y aspirándola, quitándole bien el polvo, es un material muy duradero.
A veces sí que doy charlas en los colegios. El año pasado estuvimos con el proyecto ‘Enredarte’. Y con el Día de Canarias llevo muchos años haciéndolo. Los alumnos son muy curiosos. Todos te miran con esa cara… Te preguntan, y te dicen lo que tienen de palma sus padres o sus abuelos. Siempre intento que hagan algo, una pulsera, un marcador de libros… Se van súper contentos. Los profesores me dicen que muy bien, así que supongo que el balance es bueno.
La artesanía se morirá sólo si nosotros la dejamos morir. Si empleamos las mismas técnicas en otros productos que a la gente le interesa ¿por qué se va a desaparecer? la gente sigue pidiendo lo tradicional. Y también lo nuevo.
Cuando iba de pequeña a las ferias, siempre veía que la gente mayor le decía a mi padre, conmigo delante, eso de que “la artesanía se acaba con nosotros”. Y yo le miraba… La artesanía se morirá sólo si nosotros la dejamos morir. Si empleamos las mismas técnicas en otros productos que a la gente les interesa, ¿por qué se va a desaparecer? La verdad es que la gente sigue pidiendo lo tradicional. Y también lo nuevo.
A los turistas, por ejemplo, les gusta conocer para qué se han hecho las piezas, como una esterilla grande. Quieren conocer las historias de las cosas. Y aunque no compran la pieza original, se acaban llevando una miniatura. La artesanía siempre tiene futuro. Somos nosotros los que tenemos que ver cómo la seguimos llevando hacia delante. En mi caso, soy una defensora de la artesanía tradicional: debemos cuidar nuestras cosas. Sobre todo, las técnicas. Podemos mantenerlas vivas y darles otro uso.
Puedo hacer una flor, unos animalitos, una petaca. Me piden sombreros, incluso que innove con ellos. Las petacas de mar son hoy mochilas con tapa de cuero. Me piden encargos para bodas o comuniones. A veces, son cosas que una se pregunta si será capaz de hacer, pero lo intento. Es un reto bonito. Siempre siendo fiel a las técnicas. Antes no se hacían otros productos porque la vida en Fuerteventura era distinta. Pero hoy a mucha gente le gusta llevarse piezas con historia. También tenemos que saber vender nuestras cosas. Y ver qué aplicaciones tienen.
La artesanía siempre tiene futuro. Soy una defensora de la artesanía tradicional: debemos cuidar nuestras cosas. Sobre todo, las técnicas. Podemos mantenerlas vivas y darles otro uso.