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Guido Giovando, artesano vidriero

Guido Giovando decidió un día que lo suyo no iba a ser pasarse la vida en un paisaje industrial. Tenía un trabajo fijo en Italia, su país de origen, pero también inquietudes y juventud como para resolver que valdría la pena lanzarse a la aventura. Con el paso del tiempo, esa resolución acabó reportándole su premio.

Aunque no fue fácil: llegó a Gran Canaria en 2005 «sin mucho dinero y sin saber el idioma». Le gustó el destino, encontró trabajo como camarero y al poco estaba de vacaciones en Fuerteventura, en donde mantuvo un contacto determinante para que su cabeza se enfocara en el vidrio. Cautivado por la isla y por esa nueva manera de expresarse, Guido comenzó a producir lo suyo, a vender en mercadillos para turistas, a invertir en viajes de formación en Venecia… y a crecer como una firma consolidada en la artesanía local. Lo hizo cuando todo era diferente, y estos saltos había que hacerlos sin guías de internet o tutoriales de YouTube. Hoy sus motivos, sus remedos de paisajes majoreros y sus esculturas constituyen pequeñas joyas que siempre se inspiran en Fuerteventura.

¿Cómo aterrizó en Canarias?

Yo llegué a Gran Canaria en 2005, un poco a la aventura. Tenía un trabajo fijo en Italia, con el que no estaba satisfecho. Me tiré a la aventura. En un par de años decidí dar una vuelta por Fuerteventura, de vacaciones, en una furgoneta. Aquí conocí a una persona que trabajaba el vidrio, nos hicimos muy amigos, y al final acabamos compartiendo la profesión. Esta persona, que me enseñó el abecé de este tema, regresó a Venecia y yo me quedé trabajando en la isla.

Cada vez que podía organizaba viajes a Venecia para hacer mis cursos. Aunque era en Fuerteventura donde comencé a practicar lo que aprendía y a desarrollar mi trabajo. Y así ha pasado el tiempo desde 2008 hasta hoy. Esto se ha convertido en mi profesión.

¿Llegó sin intención de volver, no tenía una red de seguridad?

Llegué a Gran Canaria sin idioma y sin trabajo. Tuve la suerte de encontrar empleo en una cafetería italiana, donde pude aprender español. En el negocio me aceptaron y me permitieron empezar a trabajar, y yo tenía algo de experiencia en la hostelería. En aquella época también era más fácil hacer estas cosas, los costes eran más bajos y era muy asequible el alquiler, por ejemplo. En un par de meses me puse las pilas para poder comunicarme. Luego, cuando estaba ya en Fuerteventura empecé con los mercadillos y realmente me cautivó. Ahí fue cuando decidí dedicarme a esto.

¿Cuál es su formación? ¿Tenía un trabajo similar en Italia?

Yo lo que estudié fue como técnico industrial, y tenía un trabajo supuestamente envidiable. Pero con 25 años no me veía ahí, en una zona industrial, toda mi vida. Así que me permití el lujo de buscar algo que realmente me gustase. La verdad es que hoy, con Internet, tampoco das un paso a ciegas como hace quince años. Yo cuando llegué tenía un móvil celular, sin conexión a la red, sin cámara de fotos. Para hablar con mis padres me iba a un locutorio. Llamar del móvil era un lujo y Skype no funcionaba bien. La distancia se notaba mucho; Y fue realmente un salto. Ahora sería distinto.

¿Qué fue lo que empezó a producir como artesano?

Hombre, empecé con la bisutería. Colgantitos sencillos, anillos… que era lo que más se vendía. En los últimos años, en mi tiempo libre, sí que he estado haciendo un poco de escultura. Y se veía desde el principio que estaba funcionando. Estaba asomando a un lado más creativo, y ahora espero seguir con esto. Aunque la bisutería es lo que me da de comer, y lo que se vende más fácilmente.

La familia se ha convertido en lo más importante.

Sí, claro. Aunque hoy mi hija pequeña me acompaña al taller, está conmigo mientras trabajo. En lo que puedo, desde luego. Esto es una suerte que tenemos los que trabajamos por nuestra cuenta: la flexibilidad. No lo cambiaría por nada.

Hoy sus motivos, sus remedos de paisajes majoreros y sus esculturas constituyen pequeñas joyas que siempre se inspiran en Fuerteventura.

Hoy es un artesano con carnet, ¿cómo ha cambiado esto su realidad?

Bueno, comencé en los mercadillos del sur de Fuerteventura, donde hay de todo. Y en aquella época se veían muchísimos turistas. Fue duro, pero también divertido. Trabajaba en cuatro o cinco mercados a la semana, volvía a casa, aprendía, producía; y vuelta al mercado. Y entonces no había tutoriales de YouTube, y tenía que descubrir la profesión por mí mismo. Era otra época, sin duda. Nosotros estamos a caballo entre tiempos… Pero cuando recibí el carnet, en 2011, tuve la oportunidad de ir a ferias y a tiendas, y subir un poco el nivel. Eso sí, los mercadillos, abiertos a todo, me dieron la oportunidad de entrar.

¿Cómo pasó los meses más duros de la pandemia? ¿Qué supuso ese periodo para su trabajo?

Nosotros estamos en Las Playitas. El espacio ayudó: con una niña muy pequeña, le pude dedicar mucho tiempo, y también pude ir al taller, y hacer cosas más creativas, como un paisaje o una escultura con un globo. Eso nació de esa época. Aproveché para hacer cosas nuevas. No había tanta necesidad de producir bisutería, porque no había mercados.

¿Y después? ¿Cómo se ha desarrollado el periodo posterior?

Después de la pandemia ha empezado una época muy buena. La gente parece que tiene ganas de salir, de gastar, de vivir. Yo sigo cambiando algunas cosas, gradualmente, y capto clientes que a lo mejor antes no tenía. Pero todo esto es muy relativo. Sigo haciendo las cosas más comerciales y se siguen vendiendo mejor, para poder garantizar el trabajo. Y sigo buscando tiempo para cosas nuevas, como pequeñas postales, pequeños cuadritos que recuerdan el paisaje de la isla. Esas cosas sencillas han tenido muy buena respuesta.

Creo que hace años yo vendía menos calidad, pero también se vendía muy bien. La gente es hoy más selectiva. Tuve la suerte de empezar en un periodo donde las cosas iban muy bien. Encontré el momento, el lugar y las condiciones para poder desarrollar la profesión que tengo. En otra situación igual no habría podido comenzar, porque arrancar es lo más difícil: no todo el mundo puede dedicar muchas horas a una cosa y ser independiente al mismo tiempo. Yo tuve suerte, y pude crecer mientras tenía lo justo para sobrevivir. También está el arte de apañarse. Si te gusta algo de verdad, vale la pena.

Sigo buscando tiempo para cosas nuevas, como pequeñas postales, pequeños cuadritos que recuerdan el paisaje de la isla.

¿Dónde o cómo comercializa hoy sus productos?

Vendo principalmente en el mercado de Los Lajares. Y trabajo en un hotel con un puestito, un día a la semana. Luego, tengo el taller abierto al público, como una exposición, y pueden entrar locales y turistas. También me contactan por la web.

¿Y cuál es su público?

Este verano he trabajado mucho con españoles y canarios. Aunque mi cliente, en un 70%, son los turistas y extranjeros que viven aquí. Hay algunos italianos a los que les sorprende encontrarse aquí con algo típico de allí, aunque acaban comprando igualmente. Los alemanes o los franceses valoran muchísimo la artesanía. Y aquí en Las Playitas hay muchos daneses y suecos. Hay de todo, mucha variedad.

¿Le piden artículos fuera de catálogo?

A veces me piden algo más personal, o me preguntan sobre cosas que no están, o me dan ideas. Así empezó el tema de los paisajes. Hice una prueba, me gustó mucho el resultado y ahora está como uno de mis trabajos favoritos.

¿Cómo se ha integrado en la asociación de artesanos? ¿Han encontrado apoyos en su actividad?

En mi caso, he estado dando cursos para el Cabildo de Fuerteventura, que ha respaldado mucho la artesanía con el tema de la pandemia. Están acciones como los talleres de EneRedArte, o la propia Asociación de Artesanos Creativos que ha nacido en esta época, por la necesidad de unirnos. Y se han abierto puertas, como la tienda de Betancuria o la feria de Antigua, que en noviembre tuvo un éxito tremendo y que se va a repetir este año. Hemos sido muy afortunados, y nos han ayudado.

Es obvio que Fuerteventura influye decisivamente en su trabajo. ¿Es totalmente premeditado?

Claro que me ha influido. Y es que me gusta. A mí siempre me ha fascinado el tema marino. Cuando era pequeño soñaba con vivir en un sitio de mar. Yo, que vengo del interior, de Torino, no me podía creer que hubiera gente que viviese todo el año junto al mar. Sí que necesito salir un par de meses al año para empaparme de verde y de humedad. Aunque eso es suficiente, y luego vuelvo a Fuerteventura como base. Me encanta la isla. Mi objetivo en el futuro es el de compaginar los viajes y el trabajo.

¿Fue complicado adquirir conocimientos y formarse en Venecia? ¿Es más difícil hacerlo hoy?

Hoy en día no es difícil aprender en Venecia. Hace una década los artesanos de allí empezaron a abrirse más. Antes no te decían ni donde compraban el vidrio. Había mucho recelo, pero hoy en día eso ha cambiado mucho. Venecia se ha convertido en una escuela, con una tradición que viene de generaciones. Desde el año mil. Llevamos un milenio con esa tradición. Aunque no siempre ha sido así. Había secretos que se morían con las personas, que no los contaban ni bajo tortura. Los artesanos estaban muy bien pagados, y se les trataba como a nobles, pero no podían salir de la ciudad. Lo tenían totalmente prohibido, para no perder su conocimiento. Vivían en una jaula de oro. Afortunadamente, todo esto cambió, aunque hay gente aún muy reservada. Eso sí, cobran lo suyo por enseñar las cosas verdaderamente interesantes. Aunque para aprender de verdad, además del conocimiento tienes que dedicarle mucha práctica.

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