Gugudoll es el nombre de la marca de Carmen González Bello, una emprendedora gaditana que unos veinte años atrás comenzó a ojear el mapa para indagar sobre qué lugares serían propicios para lanzarse a la aventura de buscarse un futuro. «Canarias me llamaba mucho la atención, y Fuerteventura más, porque apenas conocía nada de la isla», confiesa.
El caso es que Carmen acabó en ella como resultado de su carácter abierto y creativo. Comenzó viviendo en Corralejo y trabajando en hoteles, «como mucha gente», pero al poco de llegar se encontraba vendiendo sus primeros muñecos en mercadillos.
Para su sorpresa, su talento especial para la costura la ha convertido en una trabajadora autónoma y una artesana acreditada, que justo en estas fechas prepara la apertura de su nueva tienda en Betancuria. Aunque ella, residente en Puerto del Rosario, funciona desde hace años con una efectiva presencia en las redes para comercializar su producto (Gugudoll en Facebook, y @gugudollsolea en Instagram).
Llegué hace como veinte años, simplemente buscando trabajo. La verdad es que en principio no tenía ningún pensamiento de dedicarme a esto; pero acabé viendo que aquí la artesanía se daba bien, el sitio era dado a eso. Y comencé a vender en mercadillos. Poco a poco comencé a crecer, me hice autónoma y me saqué mi primer carnet de artesana, como muñequista. Pero la realidad es que lo primero que pensé antes de llegar a la isla fue bueno, pruebo seis meses y después me vuelvo. Esos seis meses se han convertido ya en veinte años.
Mi abuela era modista, mi madre y mi tía cosían por encargo. Me he rodeado y he crecido con todo esto delante de mí. Principalmente, mis primeros conocimientos vivieron de mi abuela, a la que siempre estaba pegada viendo lo que hacía. Como era una niña muy pequeña, lógicamente no me dejaba tocar la máquina de coser. Al principio me daba para quitar botones, hilvanarlos… Cosas sencillas, que sí podía hacer. Pero un día, en un descuido de mi madre, que se fue a comprar, cogí la máquina y empecé a coser yo sola.
Sí que me cayó, me cayó. Pero al ver que había cogido un Burda y tenía la chaqueta ya casi hecha… Me echaron la bronca, pero al mismo tiempo se quedaron sorprendidas. Dijeron que aquello estaba muy bien. Las revistas de patronaje siempre estuvieron en casa, rondando por ahí. Eran el día a día.
Cuando llegué a Fuerteventura empecé a trabajar en hoteles. Por entonces hice algunos muñecos para regalar a compañeras y amigas que tenían niños. Fueron ellas las que me animaron a apuntarme a un mercadillo. Me decían que lo que hacía me quedaba muy bien, y que tenía que atreverme a ir a un mercado. Y así pasó. A los cinco o seis años ya me había sacado dos carnets de artesana, el de modista el segundo, para poder ampliar mi actividad.
No pensé nunca que pudiese hacer estas cosas para hacer vender, la verdad. Esto es la poca confianza que se tiene una a veces… Parece que hace falta que alguien te anime.
Siempre me ha gustado mucho el color, las telas con muñecos, los estampados. Ese tipo de telas que no se adaptan normalmente a lo que pueden llevar los adultos, que tenemos muchos más prejuicios. Haciendo cosas para niños puedo jugar con mi imaginación. Porque los niños sí que no tienen ningún prejuicio y aprecian estas cosas y se divierten con ellas.
«su talento especial para la costura la ha convertido en una trabajadora autónoma y una artesana acreditada»
¡Después yo soy muy de negro! Casi siempre tiro del negro para vestir, que es el color que más me gusta para mí. Si piensas en lo que hago es algo extraño, no tengo explicación. Pero es así.
Si pensamos en los productos que atraen más, generalmente son los que están dirigidos a niños más pequeños. La gente cuando ve algo chiquitito parece que le llama mucho más la atención, no me preguntes por qué. Y además, a mí personalmente me gusta más trabajar con esa libertad. En ese sentido, mejor si estoy haciendo algo que después puedan llevar los más pequeños.
No tengo nada en concreto que se venda más. Sí que es verdad que algunas cosas, como los patucos reversibles, se piden mucho. O los juguetes sensoriales. Pero en realidad depende del lugar o del momento en que vayas a venderlo. O del tipo de turista o cliente que lo pida.
Ahora mismo vendo más al público local, aunque tampoco me estoy dedicando ya al mercado de turistas. Después de tanto tiempo, casi todo lo que vendo es local.
No me gusta hacer cosas de dibujos o personajes ya conocidos: me gusta más inventar. Y tampoco me piden mucho más allá de lo que pueden ver en mis perfiles sociales. A veces me han pedido cosas para ir a juego la madre con el niño o en familia.