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Andrea Castagna – Cerámica y pintura en seda

La historia de Andrea Castagna es una pequeña gran aventura, que ha devenido en su llegada a Fuerteventura, en donde desarrolla su labor como artesana de la cerámica y pintura en seda.

Formada inicialmente en la primera de las suertes en su Buenos Aires natal, Castagna ahondó en su inquietud por pintar tejidos delicados en Londres, para dedicarse profesionalmente a ello. Al final, unas vacaciones la trajeron a Canarias, en donde acabó cautivada por la isla en la que reside.

De discurso equilibrado y sereno, su mirada es también la de una apasionada por la expresión artística. Algo que traslada al hablar y al trabajar; O a la hora de impartir talleres didácticos a jóvenes y mayores, en lo que ha resultado ser todo un descubrimiento para esta singular vecina de Costa Calma.

¿Cómo comenzó a trabajar en la pintura en seda? ¿Tiene esa vocación artística que transmite?

Empecé a pintar seda después de participar en distintos eventos con Gracia Barrachina, en Madrid. Ahí aprendí la técnica. Cuando estuve viviendo en Londres la utilicé junto a la diseñadora Rose Elliott, cuando tenía un estudio que también era una tienda en Candem Town. Ella confeccionaba la ropa y yo hacía los dibujos. Fue una etapa muy interesante, en la que me lo pasé muy bien. Luego lo he llevado a terrenos más artísticos: las sedas las montaba sobre un papel y las transformaba sobre láminas y cuadros. Lo sigo haciendo, nunca lo he dejado y está más enfocado, en realidad, hacia la expresión más creativa. Sí que hice algunas exposiciones, y sigo un poco con ese tipo de obra en formato pequeño. Es algo que siempre tengo en los mercados de artesanía.


Creo que aunque al final estoy como muy volcada con la artesanía, mis obras son básicamente únicas: me divierte mucho toda la parte creativa. Nunca hago dos cosas iguales. Quiero seguir explorando y seguir viendo las posibilidades. Dentro de mi obra y de mi trabajo sí que hay figuras que se van repitiendo. Pero siempre intento que sean singulares.

¿Cuáles son esos temas recurrentes? ¿Es un pequeño logro poder trabajar expresando su creatividad?

Trabajo mucho con la figura de la mujer y todo lo relacionado con la isla y el agua, que también está muy vinculada a la figura femenina. La luna o los soles son recurrentes, peces, mujeres que cargan algo en la cabeza, mujeres que salen del agua… Lo vinculo al final, por lo menos en mi caso, siento que en mi trabajo uno se está representando a uno mismo. Es algo muy personal, hay mucho de intuición y de reflejar la realidad personal.

Me considero una persona con una gran sensibilidad, como que a veces tengo el corazón a flor de piel, y por eso aparecen corazones en mi trabajo. Creo que al final uno está recurriendo a su propio mundo interior. Me gusta ese concepto. También he hecho algún taller de escritura; Es algo muy bonito. Soy una persona muy curiosa  y he sido siempre autodidacta, relacionándome con gente de la que me gustaba lo que hacía. Creo que sí, que es un gran logro el que pueda seguir expresándome dentro de mi trabajo.

«Aunque al final estoy como muy volcada con la artesanía, mis obras son básicamente únicas»

¿Y cómo acabó en Fuerteventura?

Nací en Buenos Aires y me fui en 1989, en una de las tantísimas crisis en Argentina, a Madrid, donde estuve cuatro o cinco años. Luego viajé a Inglaterra, pasé un año; Y acabé en Lanzarote y Fuerteventura. Siempre nos gustó mucho el sol: cuando llegué me enamoré. Pensé «este es el lugar».

Mi marido era enfermero, y en una semana tenía trabajo aquí. Levantamos campamento. Primero pasamos un tiempo en Lanzarote y después en Fuerteventura, en Costa Calma. La realidad es que desde que llegué tuve la suerte de disfrutar de unos años maravillosos; Me desarrollé aquí súper bien; Hice muchas cosas, ya desde el principio, como artesana y artista. Le debo un montón al lugar. Además, cuando te haces una casa… eso es algo que te tira. Y me encanta el mar y el sol. En el momento en el que estoy me parece un muy buen lugar. Creo que la etapa aventurera ya ha pasado un poco.

¿Ayudó pasar el confinamiento en Costa Calma? ¿Cómo ha vivido estos dos últimos años?

Tuve la gran suerte de estar en Fuerteventura en el confinamiento. En lo personal ha estado muy bien, en lo profesional también ha ido muy bien, la verdad. Para mí, han sido peores los años anteriores. Lo que peor llevé fue no poder ir a bañarme al mar; a partir de ahí surgió el tema de la Asociación de Artesanos para mí, y fue fantástico: trabajar con tus compañeros, tener objetivos comunes, es muy enriquecedor y te fortalece mucho. En mi caso, que trabajo mucho sola, fue muy interesante poder ir a impartir talleres, compartir con los jóvenes, con las personas mayores. Me encanta esa posibilidad.

Ahora estamos con proyectos muy bonitos. Me gusta la idea de poder juntar a gente de distintos perfiles y edades en un taller. Es un puntazo ver cómo disfrutan. Igual que poder llevar estas clases a las escuelas. Ahora estoy muy motivada, y creo que no soy la única entre mis compañeros. Nos está pasando a todo lo mismo.

«Trabajo mucho con la figura de la mujer y todo lo relacionado con la isla y el agua, que también está muy vinculada a la figura femenina»

¿Cómo se formó como ceramista?

Empecé en la Escuela de Cerámica en Buenos Aires. Empecé y lo dejé, porque también me gustaba pintar; pero cuando saqué el carnet de decoradora de telas también me animé a retomar la cerámica. Pude tener hornos propios, que es muy importante para esto. Y lo cierto es que es una disciplina que me gusta también. ¡Ojalá tuviera más vidas para meterme en más cosas! Estoy trabajando más con esmaltes y baldosas, y con temas de mosaicos, y quiero empezar con pequeñas esculturas, aunque en un plano más personal y artístico.

¿Qué productos tienen más demanda, en su caso?

Pues los murales decorativos para las casas, y las baldosas de señalización: los nombres y los números de las viviendas, por ejemplo.

En la pintura lo que hago la verdad es que tiene mucho gancho, y siempre estoy vendiendo alguna cosa, en formatos más pequeños. Lo más extraño que me pidieron fue una lápida de mosaico: fue un flash, aunque me encantó trabajar en eso; al final te obligas a meterte en otro mundo, y quedó muy bonita. La mujer que me lo encargó, por su marido, quería algo diferente: la monté en el cementerio, fue curioso y ella se quedó feliz.

Con 25 años aquí ya podemos decir que es usted majorera, ¿no?

«Bueno, llevo más tiempo en Fuerteventura que en mi país de origen, supongo que sí, siento que es mi lugar».

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